miércoles, 18 de septiembre de 2013

Sólo haciendo el amor




He aprendido a conjugar este verano
el sexo con el querer, pero de otra manera.
Yo acostumbrada más a la lascivia, por muy gratificante que sea,
me veo gozando un sexo deliciosamente delicado, 
depurado en maneras,
sazonado con una cierta vergüenza cuando mi amante se interna en mi vulva
y me mira a los ojos y me dice: preciosa, sin más…
Y dentro de mí no pierde el modo cortés.

Se siembra él fácil sin forzar, sin poner a prueba la psique que arrastra por lujuria siempre a la carne;
no hay resistencia que levante en guardia la defensa guerrera, como suele suceder,  de parar los pies a quien de mí espera que no sea de mí.
Penetra suave y se hinca en mi sentir queriendo complacer, sin ser uno para con otro soez,
ambos galantes,
sólo haciendo el amor, sólo.
Con su sexo en mi mano,  él me mira, desde  lo verde profundo de sus ojos
 y me dice preciosa de nuevo,
y me siento más desnuda que nunca,
más compañera que nunca,
más mujer, doncella, amiga,  esposa, madre,  amante que nunca;
mis orejillas rojas y el rostro encendido.

He aprendido a conjugar este verano el sexo con el querer,
pero de otra manera.
Dejándome hacer, en espera, templando el deseo,
reposándolo hasta hacerlo rechinar,
cediendo el poder, sin temer apenas,
haciendo baile la llama evitando devore,
para dar paso a un sueño lúcido en el que nos tocamos,
como drogados por el mero hecho de tan sólo sentirnos respirar cerca,
el uno del otro,
sólo haciendo el amor, sólo.

Me mira y yo enfebrecida, sobre él y sin apenas poderle  hablar,
gozando de esta diferencia en el gozar,
me sugiere:
dime!
Y yo no tengo palabras que decir,
salvo las que puedo escribir ahora recordando cómo me tomó cualquier día,
sabiendo que he aprendido a conjugar este verano 
el sexo con el querer, pero de otra manera.


*Sin correción. A.
Septiembre 2013