Gira la Rueda y me veo.
Hereje en prosa y verso soy;
rozo el pecar cuando alzo las caderas
en anhelo tuyo.
Perra, al dejar las puertas de mi templo abiertas;
para que así vuelvas al asilo
del calor que buscas,
encontrando confortable el hueco del que tú provienes.
Buscando entre mis muslos el Origen;
tu principio.
Renaces entre mi pecho, pan esponjoso,
en mi contacto, aterciopelado sosiego
y separando mi carne
para poder anclarte por un rato en ella.
Una y otra vez.
Que fusión tan sublime, entre el egoísmo libidinal y la inmerecida bondad de regresarnos a la fuente, existe entre las piernas de ¿una? mujer.
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